lunes, noviembre 1

Soñadora

Una hermosa figura se proyecta bajo el sol de la mañana; ella estaba en posición fetal, somnolienta, perdiendo toda su fe. Esa figura que parecía ser un príncipe con un caballo blanco, le estrecha la mano con una cálida sonrisa como seduciéndola. Ella lo acepta y la ayuda a salir del pozo donde estaba. Él se presenta, le hace una pequeña reverencia, y ella sonríe encantada. ¿Cuánto tiempo había esperado que alguien la viera y la rescatara de ese frío y solitario pozo? Este príncipe la toma fuerte de la mano, pero ella se suelta y se aleja, le explica que en tanto tiempo abandonada, no había podido lavar sus manos y que así no era digna de sostener su mano, ya que no quería estropear su bella vestimenta. Entonces él, sostuvo su mirada en los tristes ojos de ella, agarró nuevamente su mano y le dijo: "No insistas, no te soltaré". La muchacha sonrió dulcemente y le cayó una sutil lágrima. El caballero sacó un pañuelo blanco, la secó y limpió sus manos con el agua de un arroyo. Así, juntos recorrieron el mundo de la mano, días y noches enteros. Ella no podía creer que realmente esté pasando, que su sueño añorado por fin se haga realidad. Él le promete el mundo, el cielo con sus nubes y estrellas, hasta el sol y la luna, le expresa que nunca se sintió tan bien acompañado y ella no podía borrar la gran sonrisa de su rostro. Eran felices, estaban enamorados.
Un bello día de verano, van a un jardín de fantasias, donde el arcoiris iluminaba sus caras. Se recuestan sobre el pasto verde, mirando al cielo y jugando con las nubes. De repente, se hace un silencio, sólo las aves se escuchaban cantando. El príncipe la toma, la mira fijo, y le dice de una manera dulcemente suave: "Eres especial, ¿nunca te lo han dicho?". A ella se le nublan los ojos de lágrimas, pero se contiene, suspira y le responde con toda su fuerza para que algún sonido salga de su boca: "No, es que nunca nadie me ha visto en ese pozo". Él desvía la mirada con una sonrisa sutilmente divertida, casi pícara, y le dice: "Es una pena que una niña como tú haya estado tanto tiempo sola y escondida" y sella esa frase con un tierno beso. Ella calla, pero repentinamente todo se oscurece y se vuelve frío. Las mismas sensaciones de un nudo en la garganta y la presión en su pecho que tuvo cuando cayó al pozo habían regresado. Cierra los ojos fuertemente, tratando de escapar. Pero cuando los abre, se choca con su triste realidad: La muchacha aún seguía hundida, húmeda, sucia, en arapos, en el oscuro y frío pozo donde nadie podía verla...

Sophie S.

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